¡Hola!

Pues sí. Soy yo. Una periodista en paro que se ha metido de lleno en el interesante (y a menudo complicado) mundo de las redes sociales. ¿Qué busco en la vida? A parte de una oportunidad laboral... Ser feliz. Y eso creo que lo he encontrado :)



lunes, 28 de marzo de 2011

De si sabemos (o no) cobrar una lechuga

Ahora resulta que cientos, miles, de personas con estudios superiores nos vemos "obligados" a menguar nuestro curriculum para acceder a determinados puestos de trabajo. Pues ¡vaya faena! Nos pasamos años y años estudiando, con mucho esfuerzo (y dinero por supuesto), algunos incluso lejos de sus casas, familia, amigos... Todo por conseguir nuestro sueño y labrarnos un futuro. Y ahora, no sé si las empresas, si sus departamentos de recursos humanos o alguna mente avispada, me viene a decir a mi que todo aquello por lo que trabjé durante cuatro años no me ha servido de nada. Mejor lo hubiesen dicho antes.

Llevo en el paro unos nueve meses. Soy licenciada y he enviado mi curriculum a empresas de mi sector (comunicación) pero también a la larga lista de supermercados e hipermercados, tiendas varias... a todo tipo de ofertas y empresas que mucho distan de lo que yo me esperaba encontrar en mi vida profesional pero para los que considero que estoy capacitada y que, tal y como están las cosas, para mi supondrían igualmente un logro y, para qué engañarnos, me ayudarían a llegar un poco mejor a fin de mes. O, simplemente, a llegar. Que hoy por hoy ya es un lujo.

Pues no. Los que contamos con estudios superiores podemos trabajar en la NASA o dirigir una empresa pero no podemos, por poner un ejemplo, cobrar una lechuga o un pantalón. ¡Vaya hombre! Pues sí que es mala suerte la nuestra. Y no digo que no sean trabajos meritorios, por supuesto. Vaya por delante que todos los empleos son dignos en la medida en la que los son las personas que lo desempeñan. Pero no me digáis que no es, cuanto menos, paradójico.

A esto, hay que unir los conocidos planes de empleo de los ayuntamiento. En su mayoría, dirigidos a personas de una menor cualificación. Cada uno tiene que tener su oportunidad. Pero yo también. No es justo haber estudiado, seguir estudiando y opositar. Que es lo que queda en cuanto a administración se refiere. o sea, yo que me he preparado me aguanto. Esa es la moraleja. Pero, oigan, que nos lo hemos currado. Y mucho.

Por el momento, voy a seguir enviando mi curriculum a todo aquello que me pase por delante.

martes, 22 de marzo de 2011

El negocio del dolor

Esto ya pasa de castaño oscuro. Yo ya no sé a qué punto estamos llegando. Hoy se ha dado a conocer que la jueza ha llamado a declarar como imputada a Ana Rosa Quintana y a casi una decena de peridistas de su programa y del resto de la cadena. Y, si os digo la verdad, aún no he podido decidir si estoy de acuerdo con ello o no. Porque, veréis, esto es la punta del iceberg (o desgraciadamente no) de un tipo de "periodismodesucesos-dramáticofamiliarendirecto" que, a mi entender, arrancó de forma fulgurante con el caso de Marta del Castillo y que, poco a poco, ha ido degradándose, si no era ya demasiado degradante en su origen.

Los afectados son los primeros que quieren denunciar públicamente (incluso muchos lo hacen antes que en los canales oficiales y correctos) lo que les ha sucedido. Y las cadenas, TODAS, han mostrado hasta límites insospechados el dolor, el drama, el sufrimiento. Lo hacen de tal forma que una, y cuesta decirlo, ya no puede ponerse en la piel de nadie. Porque lo que antes era un periodismo de sucesos, se ha convertido en un circo. Mejor dicho, en el más cruel de los realities.

Cientos y cientos (quizás miles) de horas de informativos y programas dedicadas a la búsqueda, a lar econstrucción de hechos, a testimonios infundados (insignificantes, vanos), a la última hora (que viene siendo la hora de los últimos días, meses y años); a ruedas de prensa in situ o insuficientemente argumentadas como para cortar la programación, afectados que deciden no hablar pero están simultáneamente en todos los canales... Lo peor, para mí, es la postura de periodistas y tertulianos que se sienten parte de ese drama y bailan el agua y se erigen en defensores de la tierra, del mundo, o en firmes atacantes de aquellos que otros dicen que son los malos. Que no digo que no lo sean, que conste.

Siento que están traficando las vidas de personas desesperadas que, por estos mismo, por su desesperación, les lleva a salir en pantalla a las horas de la tragedia. A mi me impacta y, al tiempo, me molesta. Cada uno lleva su dolor como quiera, por supuesto, y lucha por "su" justicia. Pero ese, creo, no es el momento.

Esto ya está cogiendo un olor insoportable. Los últimos casos más conocidos de menores fallecidas de forma violenta suman casi 20 millones de entradas en el Google, por ejemplo. Y uno se pregunta ¿sirve de algo? Y, si no es así, aquí todos buscan su propio beneficio. Que es legítimo, pero en algún caso, tiene poco de moralidad. Hoy, el padre de una de esas pequeñas, recién conocida la sentencia de su caso se plantea su puesto dentro de un partido político. Esto es como mezclar churras con merinas. Y en el colegio me decían que el resultado sería, siempre, equivocado.

¡Qué pena! Si, al final, todos sabemos el resultado. La justicia, a seguir su curso, que para ello está, y las cadenas de televisión, y medios de comunicación en general, a estar al tanto de nuevas desgracias con las que olvidar tantas y tantas que han ocurrido y con las que llenar con el drama de innumerables programas o páginas . A eso lo llamo yo ser poco original o de capacidad reducida.

viernes, 18 de marzo de 2011

Mea culpa (¿o de "Sálvame"?)

Tengo que reconocerlo. Soy una curiosa, maruja, cotilla o como cada uno quiera llamarlo. Quizás por deformación profesional (cosa poco probable) o por naturaleza, de nacimiento. Que no de herencia, que conste. Sí, he visto todas las ediciones de Gran Hermano, Supervivientes, Operación Triunfo, etc, etc, etc... Además de los programas del corazón (Sálvame a la cabeza, claro).

Justo ayer empezó uno más de las decenas de realities que desde hace diez años llenan horas y horas de televisión. Y no encuentro mejor momento para soltar la mala leche que, después de mucho tiempo, se me ha ido acumulando. La culpa es mía, por supuesto. También soy "fan" de los telediarios ¿eh? pero bastante tengo con mis problemas como para andar preocupándome por el resto del mundo. ¿Que soy egoísta? Pues vale, pero me va bien y prefiero partirme un poco la caja con Paqui "La coles" que ponerme a llorar con los documentales, qué queréis que os diga.

A lo que vamos. Que me trago toda esta telebasura, pero tendríais que ver el sumurmujo que me entra por minutos. Al principio, me cabreaba que "cualquiera" pudiera estar en un plató de televisión, que un exconcursante o la madre, el padre, el hermano o el Espíritu Santo de un pseudofamoso me contara batallitas. Vale, eso ya se me pasó. Y he seguido, he escuhado muchas bobadas pero lo de esta semana...

Vayan un par de ejemplos. La Princesa del Pueblo acusa a una "aspiranta" frustrada a Eurovisión de faltar durante diez días al trabajo. Ahhh, muy bien. Y tú te llevas una semana "out". Vale, que estás cuidando a tu abuela. ¡¡¡Pero es que todos tenemos abuelos y tenemos que ir al curro o, sino, a la calle!!!

Otro ejemplo: "Yo no ganaba 100.000 euros al mes, sino 35.000". Ahhh, y al año siguiente no tenías ni para comer. Oye, pues te timaban cada vez que pagabas o eras un poco... Mejor no digo nada. ¡Si con lo que tú ganabas al mes vivía yo como un marajá dos años por lo menos!

Sí, me cabrea, pero es que es como que no puedo dejar de verlo. Y mientras el Gobierno no lo prohíba seguiré escuchando los chirríos de aspirantes a cantantes (bueno, ya no), vibrando con las confidencias de hombres y mujeres que se buscan (y siempre se desencuentran, por cierto), sufriendo con muñecas hichables y cerebros huecos que se tiran desde un helióptero y se pasan tres meses comiendo cocos... En fin, la culpa es mía. Pero también tengo derecho a quejarme ¿no? Porque al final nadie lo ve, pero todos sabemos de ello... Aunque puede que necesite que alguien me salve a mi de todo esto.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Japón y el fin del mundo

Cuando vi las primeras imágenes del terremoto de Japón me quedé con la boca abierta. Tengo que reonocer que también me hizo algo de gracia ver a la gente sujetando ordenadores y mobiliario de oficina en una situación así. Yo hubiera llegado a China en medio segundo de la carrera que me hubiese pegado. El caso es que días después la cosa se está poniendo peor, aún si cabe. Y desde Europa se habla de "apocalipsis". Es oír algo así y se me ponen los pelos de punta, la verdad. En un artículo en la prensa regional de hoy se apuntaba, y con toda la razón del mundo, de que habría que especificar si esa apocalipsis va a afectar solo a Japón o al resto del mundo. Estaría bien saberlo. O, mejor, estaría bien que algunos midieran las palabras ante semejante situación y drama.

Porque, si lo entendemos por catástrofe, hasta ahí habíamos llegado. Ahora, si se refirea al fin del mundo... la cosa se pone seria. Es que si sumamos lo que está pasando en Japón a lo que predijo Nostradamus y al calendario de los mayas, esto se pone feo. No es que crea mucho en estas cosas pero tampoco puedo evitar darle vueltas al asunto.

Quizás sean coincidencias y el mundo, en realidad, se acabará cuando los humanos lo decidamos con nuestros actos o cuando, como nos repitieron en el cole, el Sol diga basta. Que yo sepa, para esto último aún quedan algunos miles de años ¿no? Para que nosotros nos lo carguemos, no tanto.

Pero el caso es que Nostradamus hablaba apuntaba a un desastre nuclear ese fin del mundo. Hasta ahora ha habido varios, por desgracia. Y, ahora, uno más. "La tercera guerra mundial vendrá por el mundo árabe", esribió. El mundo árabe está envuelto en revueltas.

Para los mayas, que poseían el calendario más exacto hasta hace bien poco, y que aún sorprende por sus conocimientos, el fin del mundo vendrá el 21 de Diciembre del 2012, inicio de una nueva era. Científicos de la NASA nos han repetido que no una y mil veces. Y ellos, digo yo, sabrán lo que dicen. Pero muchos, al igual que Nostradamus y la civilización maya, mataban su tiempo de ocio augurándonos catástrofes, cataclismos, desastres nucleares... vamos, lo que viene siendo el fin del mundo. ¿Por qué y para qué? A mí me inquietan sus "cosas".

sábado, 12 de marzo de 2011

El fútbol, parte de mi vida

He de decir, antes de nada, que soy del Sporting de Gijón y del Barcelona. Del primero, tengo muchos motivos y un millón de recuerdos para serlo. Del segundo... supongo que lo sigo porque de pequeña ya era aguda y sabía que iba a ser un gran equipo. Pero a lo que vamos. Mis primeros recuerdos futboleros los sitúo en El Molinón. Con dos años. Por aquel entonces -según me contaron mis papis- ya gritaba "Epotin" (leáse en versión infantil).

Hoy son muchas las niñas y mujeres futboleras pero de aquella, creedme, yo era un bicho raro. De aquella y durante mi adolescencia. ´No he tenido (o podido tener) la suerte de conocer el remozado estadio, pero recuerdo como si fuera hoy cuando mi papi me sentaba en las vallas que había entonces y al grito de "Aupa Real Sporting, batalla sin cesar..." mi trasero retemblaba no sabéis cómo. Y luego nos hicimos socios. Y así, durante dos temporadas no fallábamos ni un domingo. Porque antes se jugaba los domingos, claro. Y de vuelta a Candás siempre parábamos en el "pedreru" a coger piedras redondas que yo tenía que pintar para llevar al cole el lunes. Mariquitas, mariposas, flores... Y, por el camino, "Carrusel". Era como una tradición. Como cuando salía de misa por las mañanas (cuando iba al catecismo ¿eh?) y tocaba un tebeo de Zipi y Zape. Luego me pasé a Mortadelo y Filemón.

Entre puros y bocatas en los días de Copa (¡ay! aquella señora llamando a Eloy "mediu huevu", nunca se me olvidará) veo a mi mami esperando fuera en el primer partido de mi hermana. Tendría unos cinco años. No le gusta el fútbol pero se pasó más de un mes repitiendo "Salillas, cabrón, sal de El Molinón". Para entonces yo ya tenía 13 años y solo quería una cosa: jugar a fútbol. Y la escuela femenina de Mareo acababa de abrir. Pero no podía llegar a tiempo a los entrenamientos así que me quedé con la ilusión. Ah! Y con el chándal, el camisón, el balón y demás cosas del Sporting que no voy a nombrar, jajaja. Bueno, a Pier y a Lediakhov sí puedo.

El momento clave fue el Mundial de EEUU '94. Mi colección de cromos era inmensa. En la comunión de mi prima me escapé para terminar el trabajo sobre tal acontecimiento. Y mis amigas se quedaban en la playa mientras yo me iba al burguer de Candás a comer una de patatas y ver cómo le rompían la nariz a Luis Enrique. ¡Qué recuerdos más bonitos! Y en el cole, en gimnasia, los chicos siempre me escogían a mi la primera...

Francia '98 me pilló un poco loca pero el de Corea 2002... Noe, mi compañera de habitación en Santiago, y yo encendíamos la tele a las ocho de la mañana para ver los partidos. En época de exámenes, que conste, y desde la cama, con la persiana bajada. Y Alemania 2006 (queríamos ir de viaje de novios y todo) y Sudáfrica 2010 y... ya sabéis el final. Feliz, por cierto.

Hoy, cada sábado, domingo, lunes, martes, miércoles... sigo vibrando con el fútbol. Llámalo X, pero adoro el fútbol (si ese es el verbo). Y lo vivo, y lo sufro, lo siento y lo lloro. Y, sino, que se lo digan a mi marido que es del Madrid. Y eso que da igual quién juegue... Mi enano, Hugo, aún no lo tiene claro. Para eso estoy yo :)

miércoles, 9 de marzo de 2011

El botón "off"

Sí, ya sé que ayer fue el Día de la Mujer (antes conocido como Día de la Mujer Trabajadora). Por eso, me pasé el día meditando, reflexionando acerca de ello. Y llegué a una conclusión: ¿pará qué quitar el adjetivo trabajadora? En la naturaleza de la mujer ya viene establecido. Es algo innato. 24 horas, a tres turnos, sin fines de semana ni festivos. Podríamos decir, en cualquier caso, que hay mujeres con la suerte de trabajar y cobrar y mujeres con la mala suerte de dar el callo desde que se levantan hasta que se acuestan sin más que un reconocimiento, por otro lado enormemente merecido, en forma de gracias, de beso, de abrazo. Que está muy bien, por supuesto, pero... Pero con eso nos conformamos muchas y nos enorgullece y nos satisface. Porque trabajamos para que los demás se sientan bien. Alguien dijo, y con acierto, que "sentir, amar, sufrir y sacrificarse será siempre el texto de vida de las mujeres".

La mujer con suerte (dícese de la que trabaja fuera de casa y obtiene una remuneración por ello) se levanta, va al trabajo -muchas de ellas no sin antes dejar a los peques en el cole, después de haberlos vestido, preparado el desayuno...-. En este tiempo habrán ido repasando la lista de la compra, calculado el tiempo para ir al super, para comer y volver al curro. Mientras teclean, sirven, atienden, vuelan o tornean, planearán el resto de la tarde, visualizarán el volumen de la ropa a la espera de un planchado o se inventarán recetas para la cena. Al día siguiente, vuelta a empezar. Las mujeres sin suerte (las trabajadoras que no cobran) harán lo mismo pero sin oficinas, comercios, redacciones o aviones en los que "desconectar".

Porque no es por ponernos feministas pero no se puede negar. Las mujeres dedican de media cinco horas más al día que el hombre a tareas domésticas. Las mujeres tienen estudiada al milímetro su casa, la ubicación de la sal, la cantidad de polvo acumulada en las estanterías y el número de piezas que cogen en lavadora y tendal. Que sí, que no digo que no los haya, pero el género masculino en general parece que lleve de visita años y años en su propia casa. ¿Dónde están las aceitunas? ¡Pero bueno! A partir de ya voy a visitar mi casa hasta el 2030, por lo menos. Y a ver qué pasa.

Las mujeres con suerte aún tienen más suerte. Se organizan mejor. No sé el por qué pero lo hacen y, además, consiguen que esas 5 horas de más que dedicamos a la casa se vayan reduciendo y seamos más iguales cada vez que ellos. Al fin y al cabo, ese es el objetivo perseguido desde, desde... ¡desde los griegos! Anda que no nos ha llevado tiempo. Porque la casa te come, te minimiza. Gracias a Dios, la mía es pequeña. Y, ¡qué narices! Todas las mujeres tendríamos que tener esa suerte. De realizarnos fuera y dentro de casa. Porque, lo que hacemos, lo hacemos porque nos sale, porque nos gusta. Y nos gusta atender las tareas del día a día, preparar la comida, lavar, planchar (ejem) y nos gusta ir al trabajo todos los días, tener independencia, compartir con otros, obtener reconocimientos y, obviamente, que nos paguen por algo de ello no?

Y, lo mejor, tendríamos que tener un botón "off". Apagarnos, desconectarnos y disfrutar. Mejor, no pensar en todo lo que debemos hacer. Aunque esa maniobra de apagar también nos toque a nosotras. Felicidades a todas las mujeres por eso, por ser mujeres y trabajadoras incansables.

viernes, 4 de marzo de 2011

Una aventura más

Esta es mi primera aventura en el desconocido para mi (hasta ahora) mundo de los blogs por lo que quisiera daros la bienvenida a todos. A todos aquellos, claro, que tengan la paciencia o la cortesía de interesarse por algunas cosillas de mi vida y que, obviamente, espero que sean unos cuantos. Al menos, un puñado, pero de los buenos. Esas cosillas de mi vida se resumen ahora a ejercer de mamá, maruja y... buscar y buscar (mejor dicho, rebuscar) en la cola del INEM, ofertas de empleo en las páginas dominicales de los diarios regionales, en todas las páfinas que empiezan por "info" y demás alguna oportunidad laboral.

Pero lo llevo bien. No es la primera vez que me encuentro en esta situación y repitiéndome constantemente "alguna vez me tocará a mi" o "tiempos mejores vendrán" me va bien, oye. Pueden ser ilusiones, solo eso, pero me vale. Además, así comprendo mejor a todas esas madres y amas de casa que se echan todo a la espalda y lo sacan adelante. Con tesón, con tensión, con esfuerzo... Y con una satisfacción enorme. Eso sí, sin nómina a final de mes.

Y soy feliz. Eso es lo más importante. Y aunque mi mundo tenga sus fronteras pequeñas, creo que podré comentaros cosas interesantes. Porque en lo sencillo, en lo cotidiano, está la salsa de todo. La esencia de lo que somos, de lo que queremos, soñamos y buscamos. De lo que nos importa y nos afecta.

Así, más o menos, soy yo. Sin más pretensiones que vivir el día a día y hacerlo de la mejor forma posible. Y, como esto es una pequeña presentación, no daré más detalles. Solo espero poder seguir plasmando mi vida, mis preocupaciones, mis intereses, mis... mis... todo lo que se me ocurra, me impacte, me afecte, me cabree o me ilusione. Ah! También leo periódicos, veo telediarios, tengo Facebook y Twitter (recién estrenado también, por cierto). Y, algo muy importante, acabo de embarcarme en el proyecto de la Fundación Asturias Trabajadores 3.0. Otra aventura. Lo digo para que no penséis que esto se va a convertir en "Diario de una maruja". Aunque alguna pincelada caerá. Seguro.